¡Tamashi no Kyome!

Vibraciones de Locura; despiertame, ¡Despiertame No Fortune![i]. Decía el Sanbi en mi mente; cada vez más profundo y resonante, como avalancha y como miles de partículas de hielo cayéndome ensima.

—Me siento raro... quiero, Quiero.. ¡Quiero ver morir!.
¡QUIERO VER MORIR!

[i]La locura se adueñaba de mi ser a medida que los minutos avanzaban, el reloj corría y corría, y mi mente cada vez más se difuminaba; solo podía ver el Kishin en mi Interior. Destruyendo el mundo en el que habitamos.

Y soñé;

Caminando por las calles de la desolación, veía niebla en todos lados, me encontraba en una ciudad grande, llena de majestuozas torres y calles adornadas con adoquines, ventanas de oro que hierve y faroles que encandelillaban mis ojos atontados por la grandeza.

Estaba en un recital, yo era la atracción principal, tenía un traje rojo con rayas negras, ¿o negro con rayas rojas?. Con mi cabello bien acomodado, y una balaca sobre él.



Me senté en el piano, el público me aclamaba; me dispuse a tocar, y apenas coloqué mi dedo sobre la que recuerdo, tecla "Do séptima grave", desaparecí.

Desperté en un cuarto oscuro; lleno de... lleno de Nada. Sonaba la dulce melodia de un tocadiscos y el son de mis pies moviéndose al compaz de este; un cuadro con el dibujo del Sanbi, aunque fuera de aquel demonio, era una esquizita pieza de arte.

Me comenzó a hablar, habló sobre el poder, discutimos por la locura que abordaba mi cuerpo; decidí que no era nada apropiado para mi; el Sanbi igualmente no reaccionaba positivamente a esto; quería pelea por la supremacía de nuestras almas juntas en un vals mortal y terrorífico.

Iba en decadencia, la fuerza del Kishin era incomparable, yo era apenas una hormiga comparada con él, pero me recuperé; "Pondré mi alma completa en este puño, y tú, MALDITO DEMONIO; perecerás ante mi."

Corrí fuertemente, el creó sombras para atraparme, las elude con el coraje, el coraje que podía combatir a la locura que llevaba por dentro, las vibraciones de locura y el miedo disminuian fuertemente, y centré mi golpe en su ojo derecho.

El sanbi cayó.

¡Tamashi no Kyome!

El dominio sobre el Sanbi era inminente; la locura había desaparecido.

Sin embargo, mi rumbo seguía fijo, me coloqué mi túnica, con una mentalidad nueva, y seguí deambulando por el paisaje desolado en el que ahora habitaba.